Que en la política hay una vorágine tan alta que no se puede prever qué va a pasar el mes que viene. Que Buenos Aires puede ser un contrapeso para el desarrollo del país. Que es necesario democratizar la democracia para que todos los argentinos tengan representatividad. Que nos sobra paciencia para que por décadas se hagan mal las cosas, pero que queremos cambios profundos en un tiempo mínimo. Que una victoria del presidente Mauricio Macri puede ayudar a cerrar la grieta. Que es necesario entender que lo importante es el futuro.
Esos conceptos que fueron vertidos por Diego Molinari, un consultor público en negocios, imagen y comunicación que vive en Miami (Estados Unidos) hace una década. El también vicepresidente de la Cámara de Comercio Argentino Americana (CCAA) lideró una de las campañas de recaudación de fondos para la candidatura presidencial de Hillary Clinton, en 2016. Ayer se presentó en Tucumán, invitado por la fundación Federalismo y Libertad, y antes de su charla como parte del programa de Jóvenes Líderes brindó la LA GACETA su opinión personal sobre la actualidad política.
-¿Cómo se ve desde afuera lo que está pasando en Argentina?
-Hay dos realidades: una es Capital y Gran Buenos Aires, donde los medios y la gente necesita saber a cuánto está el dólar y el riesgo país, aunque no haya vendido un bono en su vida ni tenga un mango para comprar un dólar; a cada rato tiene que saber. El tipo que está en finanzas lo tiene en la pantalla de su computadora. Esa es una realidad: malas noticias, negatividad y problemas. La otra realidad es el interior. La gente tiene los mismos problemas, no es que vive en otro mundo. Pero cuando hablás con la gente, te cuenta de los proyectos que tiene hacia adelante. Mientras que la gente en Buenos Aires está quejándose. Creo que lo que pasa en Buenos Aires es un contrapeso muy fuerte para el desarrollo del país.
-¿Y por qué pasa eso?
-Los medios en las grandes urbes, incluso en Estados Unidos, tienden a tener un tipo de comunicación catastrófica. Hay como una necesidad permanente de comunicar todo lo malo. Yo sacaría del graph de un canal el precio del dólar o del riesgo país para que un almacenero esté pensando si bajó o subió el riesgo, si no sabe de qué se trata y ni en la vida va a emitir un bono.
-Trazando un paralelismo, ¿en Estados Unidos también está polarizada la política?
-La polarización en Miami, donde Hillary Clinton ganó con el 65% de los votos, tiene que ver con que si hacés una elección de legislador gana un republicano, luego un demócrata y así. Porque la política local, de mi casa, de mi barrio, me importa más que la política nacional. En Estados Unidos son 50 estados independientes. Lo que pasa a nivel nacional, pasa “allá…”. A mí me importa más lo que pasa acá, lo que me afecta. Por eso un cambio político muy importante que necesita Argentina es cómo elegimos a nuestros representantes. En Florida elegimos 29 legisladores y cada uno tiene un área geográfica. Yo no puedo elegir a todos los que viven en un mismo lugar, como acá. En Tucumán se puede elegir todos los diputados de un mismo edificio, pero el tipo que está en un límite de la provincia no tiene representatividad. Para eso haría falta democratizar la democracia.
-¿Y en Argentina por qué se vota como se vota?
-No sé, es un caso aparte. Acá somos expertos en fútbol, en submarinismo, en economía... cada día somos expertos en el tema del momento. Creo que lo que nos pasa a los argentinos es que tenemos muy poca paciencia. Tenemos mucha paciencia para algunas cosas. Dejamos que por muchos años las cosas se sigan haciendo mal. Y tenemos una paciencia enorme para eso. Pero en un año, a un gobernador, un intendente o un presidente lo tengo que sacar porque no sirve. “¿¡Cómo este tipo que yo elegí no hizo lo que hace falta!?”. No hablo del que no votó a Macri; ese no lo quiso y no lo va a querer. Pero el que votó a Macri era porque quería un cambio, porque “el país era un desastre”, “porque íbamos a ser Venezuela”. Si cree que lo tendría que haber hecho (al cambio) en cuatro años y hoy perdió su paciencia, entonces nunca quiso realmente cambiar. Todos los cambios necesitan tiempo y voluntad.
-Es como que siempre el que está afuera es mejor que el de adentro, ¿no?
-Nosotros estamos pasando el fenómeno de la grieta. Los países, lamentablemente, arreglan las grietas, por lo general, con sangre de la gente. Con catástrofes naturales o una guerra; algo que te unifique. Nosotros tuvimos un atentado a la AMIA, donde murieron 86 argentinos, y hay gente que no lo entiende. Si no tuvieron a alguien cerca, todavía no tienen empatía. Argentina tuvo… no voy a decir el número de desaparecidos para no generar polémica, pero hay gente que no lo entiende. O los chicos de la secundaria que se las agarran con los veteranos de Malvinas. Permanentemente estamos en diferencias y no entendemos que estamos todos en el mismo barco. Si tengo un agujero del otro lado, me voy a hundir yo también. Los demás países lo arreglan con catástrofes; Argentina no tiene que llegar a eso. A mí lo que me destacan del país es la solidaridad. De cómo nos juntamos y ayudamos a cualquiera, y después no podemos bancarlo al vecino de al lado porque es kirchnerista o macrista. Esa grieta, como la veo yo, sin pensar en futuro del país desde lo económico, en lo social, en lo político, solamente un triunfo de Macri puede ayudarla a cerrar, pensando que hay sólo dos para ganar.
Diego Molinari nació hace 47 años en La Plata, Buenos Aires. Actualmente es consultor en negocios y en comunicación (Molinari PR) y es vicepresidente de la Cámara de Comercio Argentino Americana en Florida, Estados Unidos. Dicha entidad representa los intereses de los argentinos que hacen negocios en Miami. Sus primeros contactos comenzaron hace 20 años, cuando su familia decidió invertir en bienes raíces. Allí comenzó a viajar y a tener contactos políticos. En 2009 se radicó definitivamente, dejó de a poco los bienes raíces y comenzó a dedicarse a la consultoría. En paralelo, comenzó a crecer en el ámbito político, algo que definió como una pasión. En 2015 se hizo miembro del Comité Nacional Demócrata y se embebió en la política norteamericana. Formó un de “Argentinos por Hillary”, para canalizar las inversiones en la campaña. Ayer estuvo en Tucumán para brindar una charla para Federalismo y Libertad, una fundación independiente de todo grupo político y gubernamental, cuyo objetivo es promover los valores de una sociedad libre y democrática.
-¿Por qué?
-Porque en ese caso, el cristinismo duro comenzaría a desaparecer. Cristina (Fernández de Kirchner) habría perdido en todas las elecciones que tuvo. Perdió con Esteban Bullrich, que quizá no era un candidato que genere las pasiones que genera ella. Entonces, en definitiva, me da la sensación que se extinguiría, como en su momento el menemismo fanático y quedaría una expresión de la nada. Y en cuatro años se termina el macrismo, porque Macri es un tipo que no tiene ni quiere tener un séquito de seguidores que pinten su cara. Otro caso sería si ganara Alberto Fernández y tuviera influencia del cristinismo más duro; la grieta se va a retroalimentar, va a volver a salir. Y no será Macri, sino otro el que esté en frente, y habrá que pegarle a la derecha. Y vamos a volver, porque si en cuatro años no mejora la economía, la gente va a volver a votar otra cosa y vamos a tener grieta por 20 años.
-Viniste a Tucumán a dar una charla a jóvenes. ¿Qué tipo de mensajes se les transmite?
-Hay una crisis dirigencial hace muchos años en Argentina. Tenemos malos dirigentes sindicales, políticos y deportivos. Tener escuelas de dirigentes me parece fabuloso. Necesitamos una renovación de dirigentes y entusiasmar a los más jóvenes a participar en política. Pero no en la política “tirabombas”, de pelearse, sino de hacer y de participar.
-Pensando más a largo plazo…
-El país necesita pensar a largo plazo. Si no, no vamos a ningún lado y siempre vamos a estar atado al mismo problema. ¿Necesitamos una nueva ley laboral? Sí. ¿Eso quiere decir precarización? No. Cuando me hablan de que la ley laboral precariza, es como quedarnos en un cuartito calentito y que haya un millón de personas muriéndose de frío y no les abramos la puerta.
La gente necesita entender que deben sentarse todos los sectores, también la gente común, en una gran mesa de diálogo, que no puede pasar hoy porque estamos viviendo una gran grieta; pero si seguimos así, matándonos a palos por pavadas sin entender que lo importante es el futuro, nunca vamos a salir adelante. Siempre vamos a estar pensando cuánto valdrá el dólar mañana.